PASTORE, LA GRAN FIGURA, FESTEJA.
VÉLEZ LO SUFRE...
Huracán es un barrio que hizo de su propia cancha una hermosa excusa para ser feliz". La frase de Menotti, en tiempos de gloria, marca el significado que tiene el Ducó. Y uno de los pocos motivos que mantiene orgullosos a los Quemeros: estar siempre en el mismo barrio. Entonces, la vuelta a casa es sinónimo de encontrarse con sentimientos que van más allá de un triunfo o una derrota, es volver al lugar donde muchos iniciaron esta religión. Por eso, a pesar de la pésima campaña, más de 16.000 hinchas locales dicen presente para alentar a un equipo que lleva cinco partidos sin ganar. La reapertura del Palacio, tras 14 meses deambulando por Paternal, Liniers y La Boca, todo lo puede. De entrada todo es nostalgia porque no da para pensar en títulos ni Copas (sí, en el promedio). La peregrinación se da por los lugares sentimentales del estadio: bajo las tribunas se encuentran los azulejos con los apellidos de los hinchas que aportaron dinero alguna vez, también están los que miran a un lugar fijo y se quiebran porque las cenizas de un familiar descansan en el cesped. "Es volver a mi segunda casa, a conectarme con algo más que un club", dice Gonzalo, con los ojos vidriosos, con la casaca del Centenario bien planchadita. En un año de emociones, a 44 días de haber soplado las 100 velitas, el regreso a La Quema es un segundo festejo, pero todo se hace en la previa porque no hay mucha fe... Pero las musas se acercan otra vez a este grupo de jugadores como en el triunfo el 1° de noviembre ante el Pincha, con el golazo de Esmerado. Asoma un Globo de galera y bastón: baile a Vélez y despedida del año con un festejo bien casero.
Los chicos le dan aire nuevo a un team que venía desangelado. Por fuerza mayor (Goltz suspendido), por presión de la gente (Herner y Limia) y por una decisión táctica (Colzera), Cappa le entrega el lugar a los pibes de la cantera más por necesidad que por convicción. Eso afloja el clima externo y el zapatazo de Matías De Federico, un baby quemero, en el amanecer del match arranca el delirio de un pueblo que sabe poco de felicidades futbolísticas y mucho de decir presente en la mala. Por eso, cuando Pastore mete el enésimo enganche de la tarde, la frase "pellízcame para ver si es verdad" se repite cada dos escalones. Pero este espejismo no dura un ratito como en el Monumental, sino que 90 minutos y por eso la gente disfruta de un festival que finaliza 3-0, pero la goleada pudo ser mucho mayor. Y entre cargadas a Vélez por la pelea histórica por el Sexto Grande de nuestro fútbol, baja el "vamos, vamos los pibes" y el "Pastore, Pastore", para ovacionar al cordobés de 19 años.
fuente : ole
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