lunes, 1 de diciembre de 2008

Cuando el barrio le ganó al Imperio.

Siete jugadores del Vélez campeón del mundo de la mano de Bianchi recrean la hazaña. Ayer se cumplieron 14 años. Y se animan a ponerse los cortos...



Mierda, qué viejos que estamos! ¡Ya pasaron 14 años, estamos hechos mierda, eh!". Olé los sorprende y les recuerda que se cumpliría un nuevo aniversario de la hazaña Intercontinental de Tokio. Y casi que lo lamentan. La cintura del Turco Asad así lo certifica. Cuando el fotógrafo lo invita a arrodillarse, su osamenta toda pide clemencia ("Uhh, apurate que no puedo más"). La misma que colisionó en el lomo de Baresi en los minutos iniciales: "Carlos me mandó a que en la primera pelota lo choque. Y bueno... lo choqué y cayó desparramado afuera de la cancha. Se levantó y me quería comer". Las anécdotas crecen solas, como un estímulo a la memoria. La madrugada argentina del 1° de diciembre del 94 desempolvará historias del vagón de la nostalgia.

El Carlos al que hace referencia el Turco, es Bianchi. Pedazo de autoridad en Vélez. Valor principal del campeón. El Negro Gómez rescató: "El día previo, nos enseñó un video de la final de la Champions entre Milan y Barcelona: ganaron 4-0. Nos quedamos perplejos porque el rendimiento de ellos había sido espectacular. Bianchi lo único que nos dijo fue: "Quédense tranquilos: mejor que esto no van a jugar". Simpático y provocador... El Turu Flores destaca un sermón del técnico: "Un sólo partido, vinimos hasta acá, ya obtuvimos la Libertadores contra muchos equipos fuertes, todos nos dan por muertos, tenemos que ir ahí y ganar. No se nos puede escapar". El Pacha Cardozo valora las enseñanzas que deslizó el Virrey: "Ustedes llegaron porque son los mejores de toda América. Y tienen la posibilidad de ser reconocidos en todo el mundo y de quedar en la historia de Vélez". La reverencia hacia el DT es homogénea en lo ancho del plantel campeón. Sólo hay reseñas de gratitud.

La charla se extiende y las historias nacen como si tuvieran vida propia. Como la del Turco Asad y el acuerdo del plantel pactó dividir el premio al mejor jugador del partido. Entre risas, lamenta: "Estoy arrepentido... Tenía un 147 y no debí desaprovechar semejante nave...". El Coio Almandoz reaviva una anécdota bien nippona y, a la vez, bien criolla: "Fuimos a comprar kimonos. Nos sacamos fotos y el Turco parecía un ponja de verdad, había que achinarle un poco los ojos y listo, jaja". El Negro Gómez, sensato, le crea entidad a la hazaña: "En su momento no entendíamos la dimensión del logro ni nosotros ni los hinchas, a quienes malacostumbramos a ver a Vélez peleando siempre y ahora no tienen paciencia al ver al equipo ya sin chances de pelear la punta". Crítico, el Turco la encierra en un marco épico: "Fue como que el barrio le gane a la gran potencia o un grupo de hombres le gane a toda una ciudad".

Los jugadores del Milan adoptan protagonismo. Los campeones redescubren la ocurrencia y se sueltan:

-¿Qué era lo que se hablaba en la previa?

Omar Asad: -Sabíamos que era así, por ley, en el que un poderoso le gana al pobre, pero en la cancha íbamos a ser once contra once. Tenían jugadores que imponían mucha autoridad, una trayectoria enorme y nosotros veníamos de la nada, pero por eso no íbamos a amilanarnos.

Marcelo Gómez: -Incluso, nos generó una motivación extra y hasta nos benefició que todos pensaran que el Milan era el campeón.

José Flores: -Todos ya hablaban del Milan campeón. Además, me parece que en ese año no habían perdido ningún partido. Igual nosotros lo tomábamos con mucha gracia.

-¿Qué fue lo que pasó en ese túnel de salida?

OA: -Los insultábamos y les decíamos que le íbamos a ganar, je. Ellos nos miraban como diciendo: ¿Y éstos quiénes son? El hecho está en que hicimos un partido de la concha de su madre. Raúl Cardozo: -Yo los relojeaba desde los botines hasta la cabeza y estaban impecables, como si estuviesen vestidos de Versace. Nosotros parecíamos un equipo de barrio...

Héctor Almandoz: -Nos miraban como pensando "les hacemos cinco goles". Me agarró la locura, empecé a insultarlos. Albertini sabía español: les decía en italiano a los otros lo que yo decía y nos entramos a putear entre todos. Les decía un poquito más arriba de pelotudo, ya saltaba con "la de tu madre". Nos salió de adentro el argentino. Ahí empezamos a ganar la final.

-¿Pero qué les provocaba enfrentar a jugadores consagrados?

Roberto Trotta: -Asombro. Estaba enfrente de gente que nunca creí tener siquiera cerca. Hasta que entramos a la cancha. Ahí éramos todos iguales. RC: -Cuando entrás se te ponen en fila india y, claro, al lado tuyo tenías a Baresi, a Maldini, grandes monstruos, a los que sólo veíamos por la tele. Pero entramos y nos dimos cuenta de que eran normales.

JF: -Ahora uno dice: "¡La puta! Eran reconocidos mundialmente, estaban en lo más alto del fútbol". Hoy te das cuenta de la importancia que tenían, pero en ese momento eran iguales a nosotros.

-Tal vez lo más destacable es el compañerismo que perdura...

OA: -Fuimos un campeón de amigos. Hasta hoy nos encontramos a jugar al fútbol y a charlar.

MG: -Buena gente, buenas personas. Eso es lo más difícil de encontrar. Eramos un grupo de amigos que nos conocíamos desde chicos.

JF: -No sé si hay otros campeones que se reúnan tanto como nosotros.

HA: -Hay muchos que somos como hermanos. Algunos con los que estoy todo el día juntos.

fuente : ole

0 comentarios: