No estamos para tirar manteca al techo, pero queda algo de tranquilidad después del partido de anoche. Esta vez, los errores (o el error simplemente, en el gol) no costaron caro, porque a López se le enderezó el arco (ahora que le dure) y Joaquín Larrivey se presentó como pretendíamos que lo hiciera después de esperar tanto por un delantero: además de convertir, demostró que duerme pensando en el arco rival y que se sacrifica por el equipo. Se falló en un tiro libre y no hubo perdón. Después se anuló a Tigre en todo sentido y, no fallando, no había riesgo.
Todavía se puede creer y crecer. Si el hincha tiene paciencia (es fundamental) y los jugadores se mentalizan con que se puede, el camino nos llevará a la puerta grande.
fuente : ole
domingo, 22 de febrero de 2009
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