"A diferencia de otras veces anteriores, supo como transformar mérito en realidad. Cuando eso pasa, la felicidad brilla en Liniers".
Y un día se rompió el maleficio. Por así decirlo. Vélez Sarsfield patentó chances inmediatas en el Clausura y se llevó un triunfo importante de Victoria. No sin antes digerir -puesto que corresponde-, una desventaja inicial y la injusticia que lo rondaba. Sinrazón que se consumaba tras un soberbio cabezazo del discutido Ayala que Germán Montoya no pudo evitar.
Nuevamente la ilógica se hacía presente en un cotejo del fortín. Decimos ilógica porque los merecimientos florecen apenas rueda el balón. Presión, cuidar el balón, rotar todo el frente de ataque y ser prolijos, una frase muy utilizada por Ricardo Gareca.
Vélez subido a la impronta que le marca su entrenador, buscó por abajo, de media distancia y con balón al pie. Pero siempre chocaba sus propias imprecisiones o con la firmeza de Daniel Islas. Repasando: Sobre los veinte minutos un remate de Larrivey desde fuera que se fue cerca. A los 30 un remate a quemarropa del nueve Fortinero que Islas evitó. A los cuarenta y dos, un remate dentro del área de Víctor Zapata e Islas al tiro de esquina.
Un par de gritos desde el banco, unas arengas de Sebastián Domínguez –cada día más caudillo en la defensa-, y Vélez que se prendía nuevamente a luchar. Algo que se evidencia en los momentos de sus goles. Cuarenta y cinco minutos de la primera mitad. Ejecución de uno de los tantos y reiterados centros al área local y Carlos Maglio que cobró penal. Dejaremos para otra oportunidad la discusión sobre sí fue o no falta.
Decíamos, cuarenta y cinco, casi el final de la etapa y Rodrigo López parado frente a la pelota. Y esta vez, no erró. Disparo fuerte, recto y gol. Merecido por la entrega del equipo y aliento para un delantero que no dio lo mejor en Liniers.
La segunda mitad, empezó con la misma idea. Volver presionar la salida rival, provocar el error y jugar por afuera aprovechando a Nicolás Cabrera y Emiliano Papa. Así, iban ocho minutos cuando encontró la venta que sería definitiva. Centro pasado de Papa y la pelota que sale del área, centro de Cabrera –más remate o buscapié que otra cosa-, y Joaquín Larrivey que arrojándose al piso la clavó junto al poste derecho luego del error de Diego Castagno que dejó el balón picando.
Desde allí, Vélez dominó el partido, quizás, especulando y aprovechando la impotencia de Tigre. Y tuvo un par de situaciones para terminar antes el cotejo pero falló. El local , herido, intentó centros y jugadas de pelota detenida. No acertó. Y Vélez se llevó tres puntos importantes que mereció desde el minuto inicial. Pero a diferencia de otras veces anteriores, supo como transformar mérito en realidad. Cuando eso pasa, la felicidad brilla en Liniers...
fuente : Infovelez
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