Todo Vélez se une en un abrazo al festejo de gol de Darío Ocampo. El Fortín volvió a sumar y sueña con un lugar en la Libertadores.
Buenos Aires, Domingo 23 de noviembre de 2008.
(Prensa Vélez – Estadio José Amalfitani).
Sin brillar. Sin esa pilcha de lujo que te hace entrar a la fiesta, mirar a tu alrededor, y saber que sos el centro de atención y admirador de toda la sala. Lejos quizás, de aquella imagen de hace tan solo una semana atrás que te hacía receptor de todos y cada uno de los flashes paseando por la Boca. Sin esa desfachatez de entonces, pero sí con el mismo acierto a la hora de definir y de convertir en puntos vitales las intenciones desparramadas en el campo de juego.
Porque es verdad y hay que admitirlo, Vélez tuvo que laburar más de la cuenta para poder dejar en casa los tres puntos que por estas horas ostenta, con la satisfacción de la tarea cumplida. Pero cuánto de esto le reclamamos a este equipo durante este Apertura, a la hora de cerrar los encuentros, de ponerle el sello y el broche a los partidos. Quizás haya aprendido la lección y hoy se haya visto los primeros frutos e indicios de esto que se menciona.
Porque Tocalli tuvo que meterle mano obligada a un equipo que venía de una victoria que fue capaz de vencer al tiempo que se había detenido por diez años en aquel recinto boquense. Porque las bajas por suspensiones lo llevaron a variar los nombres y que en definitiva, ese cambio lo llevaba a mover el juego dentro del campo. Sin Emiliano Papa (flamante seleccionado), la subida por el carril izquierdo se debió repartir en dos hombres, con Pablo Lima e Iván Bella. Sin Víctor Zapata, el entrenador apostó un pleno nuevamente a Nicolás Cabrera de franca levantada. Allí, hasta se animó a plantear un cambio más y poner a un hombre con fútbol para acompañar a Cubero en la mitad. Por eso, Cabral ingresó por Coronel. Así fue Vélez.
En frente, un equipo que supo ser de los más complicados en este torneo y que no pretendía ser menos en su excursión por Liniers. Además, la falta de puntos que persigue al conjunto de Omar Labruna; lo convertía en un lobo jujeño con voracidad de puntos. Entonces casi se la jugó con tres puntas el entrenador jujeño, con Carranza, Ramírez y Arraya. Así iba Gimnasia.
Ante un calor sofocante digno de un verano como el que se avecina, el Fortín se hizo dueño de la pelota en el arranque del partido, luciendo pilcha de protagonista aunque los argumentos para sacar a bailar a la más linda (la pelota) resultaran escasos. El conjunto de Tocalli era una suma de intentos que casi siempre redundaban en una mala terminación para perderse por el fondo de la cancha o extraña vez, en las manos de Pezzutti. Gimnasia hacía poco y la buena labor defensiva de Marco Torsiglieri, les ahogaba un poco más las ganas. Todos los caminos conducían a un partido sin arcos, con un gran bostezo como signo de admiración.
¿La más clara del primer tiempo? Una volea exquisita de Roberto Nanni que besó un palo, recorrió todo el arco para salir pidiendo “permiso, Señor” por el otro lado. Poco era lo que ofrecían los dos equipos, y en donde se justifica este comienzo de informe en el que se hablaba del color mate que vistió Vélez en la tarde de domingo.
Para el complemento la formula sugirió seguir siendo la misma, aunque con el acierto nuevamente en los cambios que realizó Tocalli, Vélez capitalizó la victoria en las dos más claras que tuvo. Con Fabián Cubero una vez más siendo el abanderado de la victoria; el Fortín se encontró con lo que buscaba a partir del atrevimiento en los jugadores que ingresaron. Primero Ocampo, después Martínez; para volver vertical el avance que proponía Vélez. Así fue. Porque Nico Cabrera hacía de las suyas por derecha, Martínez se animaba tímidamente por el sector opuesto; y Ocampo garabateaba por delante de la línea de volantes y detrás de los delanteros, como ese viejo puesto y casi en desuso del media punta o enganche. Ahí quiso Vélez.
Se hamacó Martínez por la izquierda para despachar un centro pasado al segundo palo que bajó con la cabeza Cristaldo, para un Ocampo que casi de rodillas metió otro cabezazo fortísimo que se coló en el palo derecho de Pezzutti para estallar en grito de gol el Amalfitani. Corría Ocampo con el pulgar en la boca para dedicárselo a su primogénito. Corría todo Vélez a abrazarlo para destrabar un partido complicado.
Desde ahí, Gimnasia salió un poco más y Vélez le cedió el terreno. Entonces, como sobraba mucha gente en la ofensiva, Tocalli la acertó una vez más con el cambio y lo puso a Coronel por Cristaldo para darle aire a un Cubero que seguía de acá para allá justificando el resultado. Acertado porque fue el mismo Coronel el que hilvanó una jugada fantástica desde la izquierda para ponerle un pase delicioso a Nico Cabrera que explotaba desde la derecha para archivar el resultado con un derechazo sutil y preciso.
Vélez sumó por segunda vez consecutiva y se asoma entre los líderes de un campeonato que da tantas chances como fechas en disputa. El deseo de entrar a las copas se alimentó con los puntos de esta tarde. Una tarde sin los brillos en la “boca”, pero con la eficacia intacta. Además, cortó la racha fea y negativa de no poder sumar en casa que lo hace hoy en día lamentarse por los puntos perdidos en el camino.
fuente : www.velezsarsfield.com.ar
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