domingo, 19 de octubre de 2008

Cara y Cruz.

Vélez se lucía a puro toqueteo, gambeta y goles ganando 3 a 0 en Sarandí, cuando tan sólo iban 35 minutos de juego. Después le devolvió la vida a su rival a fuerza de errores propios y terminó desorientado con un empate que tiene mucho sabor a nada.

Las dos cara de una misma moneda: Zapata grita con todo su gol el tercero de lo que era una victoria de Vélez; Zapata se retira con la mirada clavada al suelo cuando el empate tenía el cartel de realidad. (FotoBaires).

Cara y Cruz. Una cal y de arena. De orgullo y de miedo. Una colección de antónimos le cabe a esta goleada que fue empate en la oscuridad del Viaducto. Sin dudas, ponerle palabras; encontrarle explicaciones a lo que los ojos rechazan cunado las altas horas de la noche los hace arder, cómo si fuera poco el refregar constante intentando despertar de esta pesadilla o tan solo, conformarse en borrar esas imágenes que atacarán durante toda la noche.

Porque no existen calificativos en el fútbol mundial cuando un equipo deja escapar una goleada por 3 a 0, cuando tan sólo van 35 minutos del primer tiempo y dos pelotas exquisitas negadas por ambos parantes de la portería de Mario Cuenca. Cómo hacés para explicarle a la vieja cuando vuelve la mirada al televisor; o pone la oreja en la radio; o cuando deja de mirar unos instantes a la tribuna, fija la vista en el campo de juego y ve que minutos más tarde con entretiempo de por medio el partido está igualado. Cómo hacés para conciliar el ida y vuelta de sentimientos que como cachetazos cambia de un instante a otro sin escalas y sin colchón que aguante. No aparecen las explicaciones y no van a aparecer.

Por cómo se dio el partido, Vélez perdió más que dos puntos en la noche de Sarandí. Jugó a la ruleta con su suerte y definitivamente se fue con las manos vacías más allá de la escasez de un punto conseguido; con la camiseta tricolor, con las medias una de cada color; con lo que sea.

Cara. El pulgar juega de disparador y la moneda gira en ascenso. Arrancó con todo este equipo de Tocalli. Con la ausencia casi desde el vestuario del Poroto Cubero ante la noticia que más tarde la confirmaría su hijita con su llanto de llegada al mundo (Felicitaciones Fabián y Nicole); se debió meter mano en el equipo, cambiar camisetas y mucho más. Ingresaba Marco Torsiglieri en esta defensa debilitada por la baja sensible de Waldo Ponce y la ausencia justificada de Cubero. Pero poco se mostró dentro del campo de juego esta alteración del orden que no afectaba al producto. Porque Vélez era más por las bandas con un Emiliano Papa “on fire” y un Gastón Díaz explosivo por las bandas; con un Leandro Somoza con terreno y una libertad panorámica divina para hacer jugar a su equipo. Todo Vélez pensaba en el arco rival y lo demostraba, con el toqueteo que proponía tanto Cristaldo como Martínez. Así Somoza sacó un formidable derechazo que se estrelló contra un palo. Así Cristaldo lo imitó estrellando el suyo contra el otro. Vélez buscaba con la mala suerte de no poder convertir. Pero llegó la luz y con la luz el fútbol. Un minuto más tarde (el 29), Cristaldo desbordó por derecha y llegó al final de la cancha, desparramó contra los carteles a su marcador y lo habilitó sólo al Burrito que la empujó a la red haciendo respirar a todo Vélez. El Fortín se ponía en ventaja y justificaba lo bueno que venía realizando. Así con el gol se animaba al fútbol a quedarse a vivir con el equipo esta noche tricolor. Más toqueteo con una corrida espectacular de Emiliano Papa para desbordar hasta el fondo y ponerle un perfecto centro a Cristaldo que sólo tuvo que desviar el balón y salir corriendo a festejar el segundo. Sacó del medio y a toquetear nuevamente, para que en una jugada del campeonato llegara una falta dentro de la medialuna y a dos centímetros del área; que Zapata se encargó de mandar a la red rasante para ponerle cifras a una catarata de fútbol y goles del Fortín que emocionaba a todos en tan sólo un manojo de minutos.

Cruz. Como la que cargó Vélez desde instantes después de marcar el tercer gol, justo cuando la moneda comenzaba a emprender su descenso. Porque reaparecieron las dudas, las distracciones, las fallas defensivas y ese fatídico “juego aéreo”, marca “pelota parada” que tanto sufre este equipo. Un karma que parece no tener fin y que se multiplica con el correr de los partidos. Porque en el floreo que otorgaba el reloj con la pelotita dominada en los pies; el rival se levantó porque Vélez lo recompuso, le dio un vaso de agua, le arregló la ropa y le dio un plato de comida. Porque todos durmieron cuando Gómez capturó un rebote de Montoya y le puso un centro perfecto a Matellán que a los 42 del primer tiempo no le quedó otra que marcar el gol y descontar ante la pasividad defensiva visitante. Ahí Arsenal, que hasta el momento no era ni siquiera la sombra de un equipo se acordó de poner y del partido; mientras Vélez seguía vaya a saber uno dónde. Sumado a esto que se resintió Nico Cabrera de su lesión en la pierna izquierda; y Gastón Díaz se retorcía del dolor tras quedarse trabada su rodilla derecha. Allí empezó a perder Vélez, porque Tocalli buscó en la banco la solución que no encontró. Otamendi ingresó para reemplazar a Díaz en una función que es más que incómoda para el defensa y lo pagó caro. Más aún cuando el Papu Gómez ganaba de cabeza en el área de Vélez (sí, el jugador más bajo de la cancha) y ponía a tiro a su equipo para el complemento. Y sí, el segundo tiempo fue una obra antagónica de la primera etapa. Vélez se sumió en el desconcierto y empezó a hacer agua. Encima Somoza carecía de la libertad del primer tiempo y sin espacios se complicaba su salida limpia; situación que se acrecentó y empeoró cuando Papa salió incomprensiblemente reemplazado por Santiago Silva. Tácticamente, Vélez sumó un delantero pero al mismo tiempo perdió una de sus armas más peligrosas y la generación de fútbol y aire por la izquierda. Pero que a los 14 del complemento, un mal rechazo apresurado de Montoya le sirvió el gol en bandeja de nuevo a Gómez para poner el empate y cifras definitivas al encuentro. Después solo quedaron algunas patadas, pifias, y balones sin sentido hacia ninguna parte.

Vélez fue tan dispar entre el primer y segundo tiempo como el color de sus medias. Este equipo se queda haciendo cuentas que no le dan para sacarse lotería. ¿Cuánto de la ilusión del campeonato se quedó en Sarandí? ¿Cuánto pagará Vélez esta ciclotimia que lo dejó mareado y con unos problemas de personalidad importantes?.

Esta noche siguen sin aparecer las explicaciones, mientras que lo único rescatablemente positivo sea que el cambio de horario le resta al menos una hora a este sufrimiento hasta el próximo sábado.


fuente:www.velezsarsfield.com.ar

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