Vélez tuvo una ráfaga letal en el segundo tiempo y dio cátedra de fútbol ante un Godoy Cruz que se fue goleado 4 a 0 de Liniers. Lo abrió Rodrigo López de cabeza, lo estiró Maxi Moralez con dos golazos y lo selló el Bati Larrivey con un testazo. El Fortín sueña.
Cuánto tiempo llevaba en espera una tarde como esta. Cuántas horas han pasado desde aquel momento en que un Vélez se muestre con la vestimenta que lució en el complemento. Porque esta tarde tuvo de todo, los condimentos necesarios para hacer de una jornada más de fútbol la antesala a lo grande, una invitación a soñar.
Porque este Vélez debía dejar atrás (en el tiempo) aquella victoria con un resultado dado vuelta en la fría y lluviosa noche de Victoria (sin redundancias); y justificar en casa lo que tanto últimamente le cuesta (o mejor dicho, le costaba): ganar y gustar… si venía el tercer eslabón de esta máxima futbolera iba a ser bienvenida.
Y Vélez goleó. Goleó porque nunca bajó los brazos y porque nuevamente se puso la pilcha protagónica en las acciones de juego. Porque peló garras y fue atrevido a buscar la victoria desde el primer minuto. La gente lo sabía, por eso entonados de la victoria frente a Tigre, coparon el Amalfitani y con un canto incansable alentó a sus jugadores. Se respiraba un aire de seguridad al principio que daba el aplomo de un equipo ganador. Precisamente el equipo, se repetía en toques y a los cinco minutos ya generaba la más interesante entre Joaquín Larrivey y el movedizo Maximiliano Moralez.
Porque insistió aunque la jugada nunca terminase con el final feliz de las buenas historias, y el murmullo de la gente crecía impaciente apremiada por la cuenta regresiva del reloj. Por eso en los primeros 45 minutos, el conjunto de Gareca se contagió del nerviosismo de afuera y las cosas no le terminaban de salir. El Tomba siempre amenazaba y era de temer, sobre todo cuando el Negro Leiva se adueñaba de la redonda en el medio campo. El Fortín dilapidaba situaciones claras como la gran jugada de Moralez que fue un poquito egoísta y falló su tiro cuando lo tenía a Larrivey solo para definir. Aumentaba la desesperación en las gradas. Entonces Rodrigo López demoraba un instante y ya exageradamente era blanco de insultos. Ay... si tiene de estas cosas el fútbol que en menos de media hora ese mismo jugador era quien les iba a arrancar ese grito tan anhelado y desahogado.
Porque en el complemento, fue inverso el contagio (el que más se necesita y el que mejor resulta); ese que nace en el campo de juego y se traslada a las tribunas. Vélez cambió el ritmo y comenzó a jugar el suyo, y no sólo la gente se sumó al baile sino que también lo hizo todo un conjunto mendocino sometido sin resistencia al toqueteo Made in Gareca.
Con esa ráfaga de confianza en el aire, saltó el Ro-Ro López anticipando a Ibáñez con un exquisito y justo cabezazo para poner el primer grito grande de la tarde, callar los murmullos y hacer justicia, de la personal y de la grupal. Un minuto más tarde, desbordó Emiliano Papa (de gran encuentro) y encontró en el área chica a Frasquito Moralez que definió con clase dejando sin reacción al portero de Godoy Cruz. Toques y más toques sin cortes publicitarios y llegó el tercero. Pelota larga para López que había crecido en confianza mostrando toda su categoría se frenó y habilitó en velocidad a Moralez que con dos toques burló a su marcador y la resistencia de Ibáñez una vez más. Vélez se floreaba y comenzaba a arrancar los aplausos más contenidos de su público, esos golpes de palmas que se reservan para las grandes ocasiones, y esta era especial.
Pero faltaba la frutilla del postre. Porque Larrivey quiso sumarse a la fiesta y saltó más que nadie para definir y sentenciar el cotejo. Aplausos y ole; “Cubero… Cuberooo” y “Moraaaaleeee… Moraaaaleeeee”. Vélez era una cátedra de fútbol que recuperaba su sede en Liniers, y sus fieles alababan a su credo con los cantos más esperanzadores.
Bien merecido por un equipo que demuestra saber lo que pretende, un equipo de ideas claras sin rodeos que va en busca de algo muy importante. Parece conocer el camino, y o transita con la seguridad de los grandes. Aún falta moldear un poco su personalidad para que no titile su aura cuando la jugada no termina como las deseadas.
Este Vélez de Ricardo Gareca es cosa seria. Gana, gusta, se da el saborcito de golear y redobla la apuesta… Quiero vale cuatro!.
Porque este Vélez debía dejar atrás (en el tiempo) aquella victoria con un resultado dado vuelta en la fría y lluviosa noche de Victoria (sin redundancias); y justificar en casa lo que tanto últimamente le cuesta (o mejor dicho, le costaba): ganar y gustar… si venía el tercer eslabón de esta máxima futbolera iba a ser bienvenida.
Y Vélez goleó. Goleó porque nunca bajó los brazos y porque nuevamente se puso la pilcha protagónica en las acciones de juego. Porque peló garras y fue atrevido a buscar la victoria desde el primer minuto. La gente lo sabía, por eso entonados de la victoria frente a Tigre, coparon el Amalfitani y con un canto incansable alentó a sus jugadores. Se respiraba un aire de seguridad al principio que daba el aplomo de un equipo ganador. Precisamente el equipo, se repetía en toques y a los cinco minutos ya generaba la más interesante entre Joaquín Larrivey y el movedizo Maximiliano Moralez.
Porque insistió aunque la jugada nunca terminase con el final feliz de las buenas historias, y el murmullo de la gente crecía impaciente apremiada por la cuenta regresiva del reloj. Por eso en los primeros 45 minutos, el conjunto de Gareca se contagió del nerviosismo de afuera y las cosas no le terminaban de salir. El Tomba siempre amenazaba y era de temer, sobre todo cuando el Negro Leiva se adueñaba de la redonda en el medio campo. El Fortín dilapidaba situaciones claras como la gran jugada de Moralez que fue un poquito egoísta y falló su tiro cuando lo tenía a Larrivey solo para definir. Aumentaba la desesperación en las gradas. Entonces Rodrigo López demoraba un instante y ya exageradamente era blanco de insultos. Ay... si tiene de estas cosas el fútbol que en menos de media hora ese mismo jugador era quien les iba a arrancar ese grito tan anhelado y desahogado.
Porque en el complemento, fue inverso el contagio (el que más se necesita y el que mejor resulta); ese que nace en el campo de juego y se traslada a las tribunas. Vélez cambió el ritmo y comenzó a jugar el suyo, y no sólo la gente se sumó al baile sino que también lo hizo todo un conjunto mendocino sometido sin resistencia al toqueteo Made in Gareca.
Con esa ráfaga de confianza en el aire, saltó el Ro-Ro López anticipando a Ibáñez con un exquisito y justo cabezazo para poner el primer grito grande de la tarde, callar los murmullos y hacer justicia, de la personal y de la grupal. Un minuto más tarde, desbordó Emiliano Papa (de gran encuentro) y encontró en el área chica a Frasquito Moralez que definió con clase dejando sin reacción al portero de Godoy Cruz. Toques y más toques sin cortes publicitarios y llegó el tercero. Pelota larga para López que había crecido en confianza mostrando toda su categoría se frenó y habilitó en velocidad a Moralez que con dos toques burló a su marcador y la resistencia de Ibáñez una vez más. Vélez se floreaba y comenzaba a arrancar los aplausos más contenidos de su público, esos golpes de palmas que se reservan para las grandes ocasiones, y esta era especial.
Pero faltaba la frutilla del postre. Porque Larrivey quiso sumarse a la fiesta y saltó más que nadie para definir y sentenciar el cotejo. Aplausos y ole; “Cubero… Cuberooo” y “Moraaaaleeee… Moraaaaleeeee”. Vélez era una cátedra de fútbol que recuperaba su sede en Liniers, y sus fieles alababan a su credo con los cantos más esperanzadores.
Bien merecido por un equipo que demuestra saber lo que pretende, un equipo de ideas claras sin rodeos que va en busca de algo muy importante. Parece conocer el camino, y o transita con la seguridad de los grandes. Aún falta moldear un poco su personalidad para que no titile su aura cuando la jugada no termina como las deseadas.
Este Vélez de Ricardo Gareca es cosa seria. Gana, gusta, se da el saborcito de golear y redobla la apuesta… Quiero vale cuatro!.
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